El camino de las mujeres II
Durante la guerra civil y dictadura militar la situación para estos grupos de mujeres que apoyaban a los presos recluidos en el Fuerte de San Cristóbal cambió radicalmente.
De forma clandestina
La represión, el control y la nueva orientación ideológica centrada en destruir todos los avances de la II República en materia de género fueron el objetivo de este nuevo periodo. Intentaron redefinir el papel de las mujeres en la sociedad, a través de un modelo patriarcal en el que las mujeres eran consideradas inferiores a los hombres, confinadas al ámbito doméstico, como madre y esposa.
A pesar de esta represión, muchas mujeres, motivadas por su conciencia política y social, se mantuvieron en el rechazo del fascismo y en la defensa de los derechos políticos y sociales conquistados durante la II República y desempeñaron un importante papel en la organización de la solidaridad antifascista, a nivel nacional e internacional. Mujeres de diferentes ideologías se vuelven a organizar, esta vez de forma clandestina, creando de nuevo una extensa red de solidaridad, enlace y apoyo para personas presas. También colaboraron vecinas de Pamplona, que, sin subir al Fuerte, apoyaban a las familiares de los presos que venían desde puntos diferentes del Estado.
Petra Irigoyen Vidaurreta, participante de la Emakume Abertzale Batza, comenzó a subir junto con sus hermanas y compañeras durante la guerra civil. Recordaba el camino que hacían, la fuente de Artica donde paraban a beber agua, las visitas con los gudaris presos y cómo bajaban con los sacos de ropa llenos de piojos y tenían que cocer la ropa en una bañera para limpiarla.
Testimonios de mujeres militantes que describen el miedo y la clandestinidad en la que se organizaron para apoyar a estos presos. Muchas de ellas, aunque sus familias habían sido represaliadas, apoyaron en todo lo que pudieron, se organizaron y siguieron haciéndolo, aunque en varias ocasiones fueron denunciadas, detenidas y represaliadas por este apoyo.
Además de los grupos de mujeres organizados para ayudar a los presos de Ezkaba, también las familiares de los encarcelados hicieron todo lo posible por visitar y ayudar. Podían ser madres, hijas, hermanas, sobrinas o cuñadas que se trasladaban desde diferentes lugares, en tren, andando o en autobús para una visita que duraba 15 minutos.
Se trasladaban desde diferentes lugares para una visita que duraba 15 minutos. Se llamaban «Comunicaciones orales»
Estas visitas familiares se llamaban “Comunicaciones Orales”. Cada pabellón de presos tenía un día determinado de la semana para recibir estas visitas. Quienes visitaban a los presos eran apuntadas en un libro y esperaban a los presos en los locutorios del Fuerte. Los presos tenían que aparecer en filas tras unos barrotes del locutorio. Todas las visitas se hacían en presencia de los funcionarios, que no permitían que se hablara de temas políticos, o sociales, o de asuntos de la prisión. Las visitas tenían que ser familiares de los presos, así que las mujeres militantes de Pamplona, que no eran familiares, se hacían pasar en muchas ocasiones por hermanas políticas.
La mayoría de los testimonios de familiares de presos del Fuerte de San Cristóbal recogidos repiten el esquema de sacrificio, sufrimiento y lucha constante. Son testimonios recogidos a hijas, hijos, nietas, sobrinas…, quienes relatan y muestran con orgullo la historia de sus familiares y más en concreto la de las mujeres que recorrieron cientos de kilómetros para ayudar a sus familiares presos y sacar adelante a la familia.